lunes, 23 de marzo de 2015

Participación en Palabra Obligada

Palabra obligada es un sitio web creado por mi amiga Cristina, en el que cada mes los colaboradores deben escribir un relato o poema que contenga cierta palabra.

Debo decir que es una experiencia muy enriquecedora, y espero seguir colaborando mucho tiempo.

Aquí van los tres primeros escritos.

Picor en cero
Eran las 46:37. En el pabellón carcelario orbital Encélado reinaba una grata ingravidez silenciosa. Winona esperaba, sujeta al cable de seguridad, mirando la escotilla. Suspiró, empañando así su casco por un segundo. Alexei se retrasaba.

Pasados diez minutos, la escotilla se abrió. El cuerpecillo desgarbado de su compañero cruzó el umbral, arrastrando tras de sí a los reos.

  • Ya era hora, macho. – le espetó Winona – Eh, ¿qué le pasa a ese? Se retuerce como un gusano en un anzuelo.
  • No lo sé. Es mudo y está medio loco. Me ha costado horrores meterle en este condenado mono de trabajo sintético.

Cuando llegaron a la sección de trabajos forzados y se ocuparon de los reos para sus nuevas ocupaciones, vieron que el sujeto AT-00349 estaba cubierto de ampollas. Pensaron que se trataba de una nueva mutación, aislaron el módulo y se quedaron un año en cuarentena. A nadie se le ocurrió mirar su historial, donde ponía claramente que era alérgico al poliéster.

Da, da
Milton no estaba en su mejor momento. Desde hacía una semana, se había apoderado de él una extraña locura que lo empujaba a ser quien no era.
Empezó apareciendo entre los miembros del Club Dadaista vistiendo formalmente, hablando con perfecta dicción y usando la forma correcta de la sintaxis por primera vez en toda su vida. Cada cosa que les decía a sus estupefactos colegas la pensaba muy mucho, y hasta llevaba un pequeño diccionario para consultar la adecuada acepción que quería usar en cada momento.

Sus compañeros, indignados, al final lo expulsaron del dadaismo por ultra-realista-correctista. Él, en lugar de seguir el consejo de Borc; su amigo nihilista de confianza; y librarse a la bebida para pasar el mal trago, decidió acudir al psicólogo.

Dijo que era francés, aunque su acento parecía argentino, y después de mucha terapia concluyeron que debía meterse a abogado.

Estela de poder
Hace mucho tiempo, en la antigua Babilonia, sucedía una cosa curiosa en el sector de la construcción. El rey de turno, triunfador en mil batallas, era quien ponía el dinero para levantar un palacio o un ziggurat. A cambio de tal dispendio, había que llenar el edificio con estatuas y gravados que lo representaban. Es decir, propaganda. Cualquiera que entrase allí sabría quien había sido el tipo de la pasta.

Imagino su imagen severa mirándote desde todos los ángulos, hasta en el váter.

Es como si entrases a mear al Corte Inglés, por poner un ejemplo, y te encontrases en la pared de enfrente un póster con el señor Corte (o señor Inglés, no sé como va) mirándote fijamente, como diciendo: “Estás en mi casa, y ese retrete lo he pagado yo. Así que antes de salir más te vale TIRAR DE LA CADENA”.   

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