Debo decir que es una experiencia muy enriquecedora, y espero seguir colaborando mucho tiempo.
Aquí van los tres primeros escritos.
Picor en cero
Eran las 46:37. En el
pabellón carcelario orbital Encélado reinaba una grata ingravidez
silenciosa. Winona esperaba, sujeta al cable de seguridad, mirando la
escotilla. Suspiró, empañando así su casco por un segundo. Alexei
se retrasaba.
Pasados diez minutos, la
escotilla se abrió. El cuerpecillo desgarbado de su compañero cruzó
el umbral, arrastrando tras de sí a los reos.
- Ya era hora, macho. – le espetó Winona – Eh, ¿qué le pasa a ese? Se retuerce como un gusano en un anzuelo.
- No lo sé. Es mudo y está medio loco. Me ha costado horrores meterle en este condenado mono de trabajo sintético.
Cuando llegaron a la
sección de trabajos forzados y se ocuparon de los reos para sus
nuevas ocupaciones, vieron que el sujeto AT-00349 estaba cubierto de
ampollas. Pensaron que se trataba de una nueva mutación, aislaron el
módulo y se quedaron un año en cuarentena. A nadie se le ocurrió
mirar su historial, donde ponía claramente que era alérgico al
poliéster.
Da, da
Milton no estaba en
su mejor momento. Desde hacía una semana, se había apoderado de él
una extraña locura que lo empujaba a ser quien no era.
Empezó apareciendo entre
los miembros del Club Dadaista vistiendo formalmente, hablando con
perfecta dicción y usando la forma correcta de la sintaxis por
primera vez en toda su vida. Cada cosa que les decía a sus
estupefactos colegas la pensaba muy mucho, y hasta llevaba un pequeño
diccionario para consultar la adecuada acepción que quería usar en
cada momento.
Sus compañeros,
indignados, al final lo expulsaron del dadaismo por
ultra-realista-correctista. Él, en lugar de seguir el consejo de
Borc; su amigo nihilista de confianza; y librarse a la bebida para
pasar el mal trago, decidió acudir al psicólogo.
Dijo que era francés,
aunque su acento parecía argentino, y después de mucha terapia
concluyeron que debía meterse a abogado.
Estela de poder
Hace mucho tiempo, en la
antigua Babilonia, sucedía una cosa curiosa en el sector de la
construcción. El rey de turno, triunfador en mil batallas, era quien
ponía el dinero para levantar un palacio o un ziggurat. A cambio de
tal dispendio, había que llenar el edificio con estatuas y gravados
que lo representaban. Es decir, propaganda. Cualquiera que entrase
allí sabría quien había sido el tipo de la pasta.
Imagino su imagen severa
mirándote desde todos los ángulos, hasta en el váter.
Es como si entrases a mear
al Corte Inglés, por poner un ejemplo, y te encontrases en la pared
de enfrente un póster con el señor Corte (o señor Inglés, no sé
como va) mirándote fijamente, como diciendo: “Estás en mi casa, y
ese retrete lo he pagado yo. Así que antes de salir más te vale
TIRAR DE LA CADENA”.
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